...Cuentos de ciudad...

miércoles, octubre 10, 2012

Maktub


La calle Tolrà es una de las calles que comunican la calle Dante Alighieri con la calle Llobregós, en el barrio barcelonés de Horta. Resulta una calle curiosa, ya que ocupa poco espacio en la mente de los vecinos, por tenerla por una de las callejuelas del barrio, cuando en realidad, observándola, uno se da cuenta de todo lo contrario. En su recorrido tiene tiempo de bajar un buen trecho y de subir otro tanto.
            Para los vecinos de la calle Dante resulta más familiar el tramo de bajada, ya que es el más cercano, quedando el tramo de subida reservado a los lindes de las zonas menos conocidas. Tanto es así que, cuando un vecino de la calle Dante pasa por delante de la Tienda de la Magia –situada, como intuiréis, en el tramo de subida de la calle Tolrà- no puede por menos que sentirse algo frágil, ante el desconocimiento de lo que tan misteriosa tienda puede ofrecer. Y el vecino que pasea por delante mira, con gran curiosidad, los objetos expuestos en el escaparate, permitiéndose por un momento creer en las cosas invisibles y preguntándose qué misteriosas propiedades guardarán en sí esos objetos.
            Alicia no podía ser menos, y eso mismo le pasaba cada vez que caminaba por la calle Tolrà. A veces ese sentimiento era más evidente, y casi se le erizaba el vello de la espalda; otras veces caminaba con prisa y el sobrecogimiento pasaba desapercibido.
            En cualquier caso, hacía tiempo que un libro del escaparate le llamaba la atención. Era un libro por entonces poco conocido, titulado El Alquimista y escrito por un hombre llamado Paulo Coelho.
            Quizá fueron meses o años durante los que la hija de Alicia escuchó nombrar el libro de vez en cuando en boca de su madre. Se trataba de comentarios esporádicos que su madre decía cada vez que algo le hacía recordar el libro: "Hay un libro que tengo ganas de leer…", …, "Me han dicho que ese libro está muy bien…".
            Así que aprovechando el interés de su madre, Clara, que así se llamaba la hija de Alicia, y a la que le encantaba leer, por lo que intentaba siempre que los demás leyeran también, regaló en una ocasión señalada El Alquimista a Alicia, a pesar de su aversión por los libros de autoayuda, tal y como ella tildaba al libro de Coelho.  

*                      *                      *

            Después de que el Mercader de Cristales le dijera a Santiago, el pastor de ovejas, que el muchacho había sido una bendición para él por ayudarle en su tienda de cristales y hacer que ésta prosperara como el Mercader había soñado de joven, Santiago se dio cuenta de que todo lo que había aprendido cuidando a sus ovejas se debía en realidad no tanto a que ellas le enseñaran, sino a que él aprendía.
            “-Maktub -dijo finalmente el Mercader-
            -¿Qué significa eso?
            -Tendrías que haber nacido árabe para entenderlo –repuso él–. Pero la traducción sería algo como está escrito.”
           
            Maktub. Está escrito.

                                               *                      *                      *

            Que cuanto uno más aprende es cuando más se abre su mente, es decir, más puntos de vista diferentes puede contemplar, lo que se consigue conociendo a tanta gente como sea posible y viajando –en cualquiera de los significados que esta palabra encierra-, lo aprenden precisamente aquellos que viajan. Y lo aprenden porque en un momento su mente se abre y, de pronto, como un empujón amable pero firme, se dan cuenta y abren un poquito más los ojos. De manera que aquellos que nunca viajan y siempre permanecen en el mismo estanque hermético son doblemente ignorantes. Por un lado, igual que lo puede ser cualquier otro ser humano y, por otro lado, por no conocer siquiera la existencia del gran cambio que ofrece algo tan simple como dar un paso en una nueva dirección.

            Lo cierto es que en este sentido Álex tenía cierta ventaja frente a la mayoría de la gente. El segundo apellido de Álex provenía de una tierra un tanto lejana, por lo que, gracias a ello, su madre había podido enseñarle francés y llevado a la tierra de origen de su apellido.
            Por si eso no fuera suficiente, la madre de Álex siempre había sentido un vínculo con la espiritualidad, conocía a personas capaces de percibir sutilezas que la gente corriente ignora y de esa manera había inculcado a Álex ese respeto por lo espiritual. Así que desde bien pequeño Álex se familiarizó con formas de vida alternativas: comidas variadas y provenientes de otras culturas, terapias y medicinas alternativas… y, por supuesto, todo ello le permitió forjar una inquietud por las culturas, religiones y filosofías de otros continentes.
            Fruto de todo esto, Álex era una persona sonriente, cuidadosa y considerada, pues era consciente de que cada persona es una persona y tenía presente lo que la palabra persona describe y merece. Por eso intentaba siempre respetar a todo el mundo por igual y tenía una gran capacidad para relacionarse con grupos con aficiones y costumbres bien distintas entre sí.
            Por lo tanto, a nadie podía extrañar que en la joven cabeza de Álex fuera tomando forma la idea de un Gran Viaje, que le permitiera conocer todos esos mundos y culturas y personas sobre los que él había leído, así como conocer el gran mundo y persona que él mismo llevaba en su interior.
            En la adolescencia él no podía ni atisbarlo, pero algún día Álex iba a convertirse en Jero, el Viajero.

*                      *                      *

            Clara no sabía qué fue lo que un día le hizo darse cuenta de la gran diferencia que puede suponer una sonrisa.
            Quizá fue una vez, al comprar el pan, cuando la dependienta le dio su barra y su cambio, y acompañó el Gracias con una sonrisa sincera.
            Algo dentro de Clara se movió y, al querer entender por qué, se dio cuenta de que se debía a la sonrisa de aquella chica, que había sido totalmente voluntaria y prescindible, lo que la convertía en valiosa: algo tan simple que decides ofrecer o no.
            Por lo tanto, Clara sonrió.

*                      *                      *

            ""Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla", había dicho el viejo rey."

*                      *                      *

            Marta se daba cuenta de que Clara estaba haciendo grandes progresos. Marta veía que Clara había estado mucho tiempo tratándose mal a sí misma de la forma en que nadie, ni ella misma, podía darse cuenta: pensando constantemente mal sobre las cosas que la rodeaban y las que ella misma hacía o era. Y la pena es que las cosas de las que nadie se da cuenta y nadie ve no tienen solución.
            Sin embargo, por fin Clara empezó a ver que algo no andaba bien, algo dentro de ella había conseguido sacar la cabeza de entre el veneno hervido a fuego lento durante años para avisar de que ese veneno estaba ahí dentro.
           
Al hablar con Marta, Clara sentía una tranquilidad transmitida por la voz, los gestos y la forma de hablar de Marta, y sentía que con ella aprendía y podría aprender mucho más aún. Pero si había algo que Marta sí quería enseñarle a Clara era que todo eso que Clara sentía que aprendía no lo aprendía en realidad, sino que siempre lo había sabido. Si había algo que Marta quería que Clara supiese era que Marta, simplemente, la hacía recordar, como tendiéndole la mano a ese atisbo de luz de entre el veneno de las cosas negativas de la cabeza de Clara.
Marta hablaba sobre el Universo y decía que, si le pedimos cosas al Universo, éste nos las concederá; bastaba con visualizarlas y desearlas desde el corazón. De hacer así, poco a poco iríamos acercándonos a aquello que deseamos.

Desde hacía un tiempo Marta se había convertido en una gran conocedora de algunas terapias alternativas. Era maestra de Reiki, dominaba las Flores de Bach y estaba íntimamente familiarizada con una gran variedad de prácticas y filosofías. Y creía en ellas. A su manera, las había interiorizado para aprender, evolucionar y estar en armonía consigo misma y con el Universo generoso que la rodeaba.
Por eso Marta transmitía tanta paz a Clara, porque Marta guardaba en sí una calma que Clara empezaba a vislumbrar.

Un día Clara le dijo a Marta que sentía como si dentro de ella algo empezara a vibrar. Marta le respondió que estaba contenta por ella porque creía que estaba empezando su despertar. Le dijo, como ya otras veces le había explicado, que ahí podía empezar su camino, su evolución, y que éste dependía únicamente de ella, de hacia dónde sintiese que el Universo la llevaba. Le explicó que el grado de autoconocimiento al que llegara dependía de ella, y le avisó también de que en ocasiones resultaría duro.
Clara escuchaba y pensaba cuántas cosas había experimentado Marta para ser capaz de hablar de algo tan complejo y hetéreo con tanta concreción. Y sentía que quería saber más, quería aprender.
Marta le sugirió que para empezar a entrar en el tema podía leer algunos libros. Le recomendó uno, pero le advirtió que ese libro podía resultar especialmente duro; podía estimularle hasta tal punto que llegara a obsesionarse.
Aparte, Clara creía recordar algún libro de crecimiento personal en la biblioteca de sus padres.
-Creo que tengo El Alquimista-, sugirió Clara como alternativa.
-¡Ése es muy bueno!-, dijo Marta.

Esa misma noche Clara abrió El Alquimista.

*                      *                      *

            Maktub. Está escrito.

*                      *                      *

            Jero, el Viajero, sonreía al niño ante la hoguera. El fuego les daba calor y coloreaba sus mejillas, dibujando sombras en sus caras y haciendo más suaves sus pieles. Los compañeros de viaje de Jero y la familia del niño también se reunían alrededor de la hoguera mientras cenaban.
            Atrás quedaban entonces los años en que Jero soñaba con viajar a tierras lejanas. Seguro que su viaje no se parecía en nada a las imágenes que él había creado, soñando despierto en las aulas de su gris y fría facultad. No se parecía en nada a sus sueños, pero era mejor. Porque era real. Él jamás había imaginado a un niño mongol iluminado por el naranja del fuego, pero allí estaba.
            Y podía decirse que era feliz.

*                      *                      *

            A Patricia le gustaba saludar efusivamente a los conductores de autobús; disfrutaba parándose a charlar con conocidos que se encontraba por la calle; acostumbraba a dar sólo un beso cuando se reunía con alguien, pero siempre posaba su mano en el brazo u hombro de la otra persona, porque estaba convencida de que las personas están demasiado alejadas las unas de las otras, y por eso están tristes.
            Por esa forma de hacer, Clara recordó a la dependienta que hacía tiempo le había sonreído al devolverle el cambio del pan.
            Y desde entonces su voz sonaba convencida al entrar en el autobús.

*                      *                      *

            Al poco de volver de Mongolia, a Jero el Viajero le robaron la fantástica cámara con la que pudo fotografiar los extraordinarios paisajes que había conocido.
            Eso no le gustó. Además, la gente a su alrededor era fría, distante, y eso le hacía sentirse lejos. Lejos de cualquier lugar que él pudiese querer; lejos de cualquier lugar que pudiese siquiera disfrutar.

            De todos modos, de todos es sabido que, igual que las aves descienden y en cuanto sienten que pueden remontan el vuelo, Jero se animó y recuperó poco a poco el buen humor.
            Abandonó esa ciudad de gente distante y llegó a otra ciudad donde las personas parecían estar deseando tener una excusa que les permitiera conocer a ese extranjero de tupida y roja barba.
            A Jero le volvieron las ganas de hacer cosas: caminaba cuando quería caminar, comía cuando tenía hambre y bebía cuando tenía sed. Su ánimo se recuperó. Tanto es así que compró utensilios para dibujar esos templos que lo embelesaban e incluso se decidió a comprar una guitarra. El buen humor del que gozaba le permitió darse cuenta de que echaba de menos la música y le vinieron ganas de poder practicar para no perder agilidad en sus manos.
            Y Jero encontró su guitarra.

*                      *                      *

            Maktub. Está escrito.

*                      *                      *

            “La guitarra que me compré ayer es muy buena compañera. Es una baratija, suena horrible, para qué engañarnos, pero suena. A veces pienso “qué mal suena la cabrona” y luego pienso “pero antes no sonaba porque no tenía”, así que ya soy un poquito más feliz.”

            Maktub.

*                      *                      *

            Clara - ¿Ya le has puesto nombre a la guitarra?
Álex (Beijing) - No tiene nombre, sólo he pensado que voy a hacerle dibujitos, jajaja
Clara - :D
Álex (Beijing) - Está esperando a que le pongas un genial nombre como a mí Jero
Clara - ¡¡¡¡Uish!!!! ¡Menuda responsabilidad!
Clara - Bueno, pensaré en ello hasta que tenga un nombre bien digno.
Clara - Digno de la guitarra que te hace feliz.

                                   *                      *                      *

A los dos días Clara acabó El Alquimista.
El lunes siguiente Clara se marchaba de viaje con Patricia y Natalia a Sevilla y Granada, crisol de culturas, como solía decirse, pues allí estaba la Alhambra, creación árabe excelsa donde las haya, levantada cuando en su país tres culturas tan distintas como la católica, la judía y la musulmana convivían en armonía, desplegando cada una sus artes y sus ciencias, como buena muestra de ello daba la Alhambra.
Clara quería acabarse el libro antes de marchar de viaje. Creía que éste podía enseñarle algo importante que podría utilizar en su viaje, o le podía transmitir algún conocimiento en el que podía empezar a pensar cuanto antes.
Y Clara sólo lo intuía, pero ese libro iba a ser el vínculo de muchas cosas.

 *                      *                      *

Maktub. Está escrito.

*                      *                      *

Santiago, el protagonista de El Alquimista, es un joven pastor de ovejas que, tras tener un sueño repetido, decide, animado por algunos personajes con los que se topa, emprender el viaje que le permitirá alcanzar lo que un rey llamó Leyenda Personal y, a través de ella, comprender el Lenguaje del Mundo, contenido en el Alma del Mundo.
"Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla." 

*                      *                      *

Clara pensó que eso se parecía a aquello de lo que Marta le había hablado.

*                      *                      *

Para poder tomar el avión que la llevara a Sevilla, Clara debía renovar el carnet de identidad, por lo que leía las últimas páginas de El Alquimista en la cola de la comisaría.

*                      *                      *

En su sueño, Santiago veía las grandes Pirámides de Egipto y cuando soñó con ellas por segunda vez, empezó a intuir que algo lo empujaba hacia allí.

*                      *                      *

"Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla."

*                      *                      *

Clara esperaba por un lado que la cola no se alargara demasiado, pues después había quedado con un amigo suyo que se marchaba de viaje.
Por otro lado, también esperaba que la cola fuera lo suficientemente larga para acabar el libro.
Manuel, un amigo de Clara, marcharía en pocos días a un lugar en el que había pensado tanto como Jero había pensado en su Viaje. Se marchaba hacia aquello en lo que había soñado.
Y su sueño era Egipto.

*                      *                      *

A pesar de querer acabar el libro, Clara pensó que iba a estar en la cola tiempo de sobras, así que aprovechó el bar de al lado para ir al servicio y almorzar.
El bar se llamaba Bar Nilo.

*                      *                      *

Maktub.
Está escrito.

*                      *                      *

Carta a Álex. Epílogo


Cómo podría establecerse una relación entre dos cosas que aparentemente no tuvieran nada que ver...
 Quizá porque nos empecinamos en darle un sentido. O quizá porque todo forma parte de una misma cosa, que es aquello que estamos viviendo, o lo que podemos llamar nuestra vida o aquello de lo que todos somos una pequeña parte.
Al final todo radica en algo muy pequeño, en lo más simple, en lo que todo lo explica; un secreto ínfimo que dota de sentido a las cosas. Ser feliz.
Que así sea. Maktub. Está escrito.

Si al volver del punto más alto de la estepa más alejada del sitio donde naciste lo que te hace feliz es una guitarra fea, descolorida y que suena mal, ése debe ser su nombre: Maktub, pues ella conoce el encantamiento del secreto para hacerte feliz; en ella está sellado ese secreto; en ella está escrito.

Ésta es la historia que he escrito en el día de hoy, que es el hilo que une una pequeña lista de acontecimientos más o menos relevantes, pero todos importantes, de las vidas de unas pocas personas.

 Hoy he acabado el libro, hoy he escrito esta historia, hoy te la envío porque ya está escrita.

Maktub.
                                  

           
 Agosto 2007